Crónica desde, ¿la tierra prometida?


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Crónica desde la tierra prometida” - María José García Notario
No es un viaje más. El viaje del emigrante hacia una tierra desconocida es un cúmulo de ilusiones, esperanzas, pasiones y sobre todo, el camino hacia el sueño de conseguir una vida mejor, alejarse de la pobreza y de la miseria que azota su mundo, una andadura hacia un horizonte desconcertante cargado de promesas y palabras de sus compatriotas que muestran que puede existir el paraíso, que está más cerca de lo imaginado y que les está esperando con los brazos abiertos.
Nada más lejos de la realidad. Ese viaje se puede convertir, azotado por el mar, en su propia tumba. Puede ver cómo niños y otros hombres se deshidratan hasta desfallecer, cómo las olas del mar les acerca a ese otro infierno al que va, el mundo occidental. Ya ha llegado. La travesía ha sido dura, la humedad le ha calado los huesos y está muerto de miedo pero está vivo, otros compañeros suyos no han corrido la misma suerte. Cuando la patera toque tierra, hay que salir corriendo y no mirar atrás, morir antes que ser devuelto a su país. Pobreza no, miseria no.
Pero la tierra prometida se queda en eso, en promesas, en palabras que arrastra el viento mientras él intenta sobrevivir vendiendo productos falsificados y explotado por una mafia que les pide dinero por todo: por malvivir, por malcomer, por mal dormir y hasta por su libertad que tiene que hipotecar para enviar algunos billetes a su familia junto con cartas en las que les cuenta que todo está bien, que España es muy bonita, que la gente es muy amable y que jamás ha tenido ningún altercado con nadie.
Mentiras piadoras para no creerse que en África no sólo ha dejado su tierra y su familia, sino también su dignidad. Cruzándose cada día con cientos de ojos que le muestran, en el mejor de los casos, indiferencia. Realizando trabajos que nadie quiere, dejándose las manos en el cemento o en la fresa, teniendo una jornada de trabajo intempestiva y a pesar de todo, agradeciendo en el fondo de su corazón el miserable salario que le brinda un empresario codicioso que decide contratar a un “sin papeles”. Sí, sin identificar, como un perro vagabundo que nadie sabe de quién es y a dónde va. ¡Y cambiaría tanto todo si tuviese los dichosos papeles!... Él no ha venido a aprovecharse de nada ni de nadie, solamente quiere trabajar para que sus hijos puedan comer, comprar ropa y libros para ir al colegio, a ese sitio al que él nunca pudo ir. ¿Cómo va a entender el español si casi no entiende su idioma?
¡Y echa tanto de menos a su mujer! Ya han pasado catorce meses y no sabe el tiempo que tardará para traérsela con sus hijos o para volver. A veces, en el silencio de la noche, mientras una lágrima le resbala por la mejilla, piensa en coger la maleta y volverse al día siguiente. Pero no puede, no debe admitir su derrota. Aguantará durmiendo en la misma habitación con siete compañeros más porque está en la tierra prometida, en el lugar al que todos quieren llegar.
¡Qué equivocado estaba! Sobrevivir en esta jungla extraña y caótica es muy duro. Por lo menos él, está trabajando. Otros compatriotas duermen a la intemperie y comen de la caridad para seguir un día más con vida. ¿Quién les ha engañado? ¿Quién ha sido el que les habló de dinero, prosperidad y riquezas? ¡Maldita sea!.
¿Qué estarán haciendo sus hijos en ese momento? También se acuerda de su madre. Le han dicho por teléfono que está muy enferma y no sabe si volverá a verla con vida. Su madre, esa mujer que siempre le ha cuidado y que ahora cuando lo necesita, no puede estar a su lado. Siente como si la hubiese abandonado. ¿Merece la pena tanto sufrimiento y soledad? Parece que está amaneciendo. Mira su reloj Casio y descubre que ya se acerca la hora de trabajar. Se levantará otro día más. Hay que seguir adelante. ¿Hasta cuándo?

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